Javascript seems to be turned off, or there was a communication error. Turn on Javascript for more display options.
Mamotreto IV. Prossigue el autor
Ivntos a Cáliz, y sabido por Diomedes a qué sabía su señora, si era con
cho o veramente asado, començó a ynponella según que para luengos tien
pos durasen iuntos; y viendo sus lindas carnes y lindeza de persona, y notando
en ella el agudeza que la patria y parentado le auían prestado, de cada día
le crescía el amor en su coraçón, y ansí determinó de no dexalla. Y passando él en
Leuante con mercadançía, que su padre era vno de los primos mercaderes de
Italia, lleuó consigo a su muy amada Aldonça, y de todo quanto tenía la hazía par
tícipe; y ella muy contenta, viendo en su caro amador Diomedes todos los géne
ros y partes de gentil ombre, y de hermosura en todos sus mienbros, que le paresçía
a ella que la natura no se auía reseruado nada que en su caro amante no huuiese
puesto; e por esta causa, miraua de ser ella presta a toda su voluntad; y como él era
v́nico entre los otros mercadantes, sienpre en su casa auía concurso de personas
gentiles y bien criadas; y como veýan que a la señora Aldonça no le faltaua nada,
que sin maestro tenía ingenio y saber, y notaua las cossas mínimas por saber y entender
las grandes y arduas, holgauan de ver su eloquencia; y a todos sobrepujaua, de
modo que ya no auía otra en aquellas partes que en más fuesse tenida, y era dicho entre
todos de su loçanía, ansí en la cara como en todos sus mienbros. Y viendo que
esta loçanía era de su natural, quedoles en fábula que ya no entendían por su
nonbre Aldonça, saluo la Loçana; y no solamente entre ellos, mas entre las gentes de
aquellas tierras dezían la Loçana por cosa muy nonbrada. Y si muncho sabía en estas
partes, muncho más supo en aquellas prouincias, y procuraua de ver y saber quanto
a su facultad pertenesçía. Siendo en Rodas, su caro Diomedes la preguntó: “Mi señora,
no querría se os hiziese de mal venir a Leuante, porque yo me tengo de disponer a
seruir y obedeçer a mi padre, el qual manda que vaya en Leuante, y andaré toda la Berbería,
y principalmente donde tenemos trato, que me será fuerza de demorar y
no tornar tan presto como yo querría, porque solamente en estas cibdades que
agora oirés tengo de estar años, y no meses, como será en Alexandría, en Damasco, en
Damiata, en Barut, en parte de la Soria, en Chiple, en El Cayre y en el Xío, en Constantinópoli,
en Corinthio, en Tesalia, en Boecia, en Candía, a Venecia y Flandes, y en
otras partes que vos, mi señora, veréys si queréys tenerme conpañía”. loçana: ¿Y quándo
quiere vuestra merçed que partamos? ¡Porque yo no delibro de boluer a casa por el
mantillo! Vista por Diomedes la respuesta y voluntad tan suscinta que le dio con
palabras antipensadas, muncho se alegró y suplicola que se esforçasse a no dexarlo
por otro ombre, que él se esforçaría a no tomar otra por muger
que a ella. Y todos dos, muy contentos, se fueron en Leuante y
por todas las partidas que él tenía sus tratos, e fue d’él muy bien
tratada y de sus seruidores y sieruas muy bien seruida y acatada.
Pues ¿de sus amigos no hera acatada y mirada? Vengamos
a que, andando por estas tierras que arriba diximos, ella señorea
ua y pensaua que jamás le auía de faltar lo que al presente tenía y, mi
rando su loçanía, no estimaua a nadie en su ser y en su hermosura
y pensó que, en tener hijos de su amador Diomedes, auía
de ser vanco perpetuo para no faltar a su fantasía y triunfo, y que aquello no le faltaría in
ningún tienpo. Y siendo ya en Candía, Diomedes le dixo: “Mi señora Aldonça, ya vos
veys que mi padre me manda que me vaya en Italia. Y como mi coraçón se á partido en dos
partes, la vna en vos, que no quise ansí bien a criatura, y la otra en vuestros hijos, los quales
enbié a mi padre; y el deseo me tira, que a vos amo, y a ellos deseo ver; a mí me
fuerça la obediencia suya, y a vos no tengo de faltar, yo determino yr a Marsella,
y de allí yr a dar cuenta a mi padre y hazer que sea contento que yo vaya otra vez en España,
y allí me entiendo casar con vos. Si vos soys contenta, vení comigo a Marsella, y allí
quedaréys hasta que yo torne; y vista la voluntad de mi padre y el amor que tiene a vuestros
hijos, haré que sea contento con lo que yo le dixere; y ansí vernemos en nuestro fin desea
do”. loçana: Mi señor, yo yré de muy buena voluntad donde vos, mi señor, me man
dáredes; que no pienso en hijos, ni en otra cosa que dé fin a mi esperanza, sino en vos, que
soys aquella; y por esto os demando de merçed que dispongáys de mí a vuestro talento,
que yo tengo sienpre de obedesçer. Assí vinieron en Marsella y, como su padre
de Diomedes supo, por sus espías, que venía con su hijo Diomedes Aldonça, madre
de sus nietos, vino él en persona, muy disimulado, amenazando a la señora Aldonça.
Mas ya Diomedes le auía rogado que fuesse su nonbre Loçana, pues que Dios se lo auía
puesto en su formaçión, que muncho más le conuenía que no Aldonça, que aquel nonbre,
Loçana, sería su ventura para el tienpo por venir. Ella consintió en todo quanto Diomedes
hordenó. Y estando vn día Diomedes para se partir a su padre, fue lleuado
en prisión a instançia de su padre, y ella, madona Loçana, fue despojada en cami
sa, que no saluó sino vn anillo en la boca. Y assí fue dada a vn barquero que la echase
en la mar, al qual dio çien ducados el padre de Diomedes, por que ella no paresciese;
el qual, visto que hera muger, la echó en tierra y, movido a piedad, le dio vn su vestido
que se cubriese. Y viéndose sola y pobre, y a qué la auía traýdo su desgracia, pensar
puede cada uno lo que podía hazer y dezir de su boca, ençendida de muncha pasión.
Y sobre todo se daua de cabeçadas, de modo que se le siguió vna gran alxaqueca, que
fue causa que le veniese a la frente vna estrella, como abaxo diremos. Finalmente,
su fortuna fue tal, que vido venir vna nao que venía a Liorna y, siendo en Liorna,
vendió su anillo, y con él fue hasta que entró en Roma.